Se trata de no aceptar pactos o siquiera hablar con un representante político. Se le considera indigno de participar y se dibuja una línea roja imaginaria también llamada cordón sanitario. La trampa está en la arbitrariedad del criterio: ¿cómo, por qué y quién decide que ese grupo es indigno y va a destruir la democracia? ¿Quién reparte los carnés de democrático? Las acusaciones son mutuas con lo que parece haber un "empate", que no suele ser real. Es preciso obtener y analizar datos que demuestren las acusaciones y el respeto de la legalidad. El ejemplo más utilizado hoy día es la palabra "fascista".