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V 6/08/2021

Derechos universales en oferta

El Parlamento Europeo votó hace unos días a favor de una propuesta para considerar el aborto inducido como un “derecho universal”.

Esto me recordó algunas ideas básicas de todas las sociedades humanas:

- Existen las leyes injustas, lo que echa por tierra el famoso fundamentalismo democrático, según el cual la palabra “democrático” se convierte en palabra talismán.
- Las instituciones políticas no son garantía de justicia.

Estamos sufriendo una crisis de valores generalizada y gravísima, que ya afecta a los centros de decisión política y social.

En esta decisión, el Parlamento Europeo ha ignorado las evidencias científicas (con lo que ello significa) sobre lo que ocurre en la concepción humana. Las ciencias médicas han hablado claramente y desde hace muchos años. Gracias a los avances tecnológicos sabemos con detalle lo que ocurre en el útero materno en el momento de la concepción. Cuando se unen el espermatozoide y el óvulo forman un ser humano y, desde ese momento esa persona crece, se desarrolla. Si respetamos su desarrollo normal, a los 7-9 meses ya es capaz de vivir fuera del útero de su madre. Así pues, el aborto inducido es cortar voluntariamente el curso de una vida humana. No es una interrupción, no, porque no se puede reanudar. No es “el cuerpo de la mujer”, no, porque su ADN es diferente (como lo puede ser su sexo, sus características genéticas, el latido de su corazón, su grupo sanguíneo o su carácter). Así que las denominaciones oficiales (“interrupción voluntaria del embarazo”, “derechos sexuales y reproductivos”) son auténticos monumentos a la hipocresía y, por tanto, inaceptables.

Se tiene mucho cuidado con los términos utilizados para las personas con discapacidad, las razas, las minorías étnicas o las orientaciones sexuales y, sin embargo, se manipula el lenguaje en el caso del no nacido, ignorando y desprotegiendo su derecho fundamental a la vida. Por medio están los intereses políticos y de partido, y el dinero, claro. Siempre el dinero. Las empresas abortistas hacen lo que está en su mano para esconder a qué se dedican en realidad: a matar. Difícil enfrentarse cara a cara con ese hecho.

¿Qué consecuencias tiene esta decisión del Parlamento Europeo?

1. Los millones de europeos que rechazamos absolutamente este ataque a la vida tenemos también todo el derecho a sentirnos (y a actuar) fuera de la Unión, puesto que un pilar fundamental de nuestra escala de valores está siendo atacado de forma violenta. Digo violenta no con ánimo de exagerar, sino porque matar, evidentemente, es violencia. Y da lo mismo que me maten a mí o a un pobre niño en el vientre de su madre. Ambas vidas tienen exactamente la misma dignidad. No puede uno indignarse y hacer aspavientos con una sola víctima de la famosa “violencia de género” y al mismo tiempo ignorar un genocidio de cien mil niños (y niñas) al año en España.

2. La hipocresía demostrada por los eurodiputados que han votado a favor de semejante decisión no deja en buen lugar ni a la institución ni a la confianza que, se supone, depositamos en ellos.

3. Nos obligan a desconfiar de las decisiones de estas instituciones supranacionales, con lo que ello significa de descrédito y división en el proyecto europeo. ¿Podemos unirnos los europeos cuando desde las propias instituciones se atacan las convicciones y los derechos fundamentales de una parte de la sociedad? No lo veo posible.

4. ¿Qué fundamento ético y personal tienen estas personas con esta alta responsabilidad? Es grave desproteger al no nacido. Es grave no hacer nada (pero nada de nada) para convencer a las madres de que respeten el curso de su embarazo. Es grave no tener políticas de apoyo a la natalidad y empeñarse en otras estériles. Pero llamar “derecho universal” a un asesinato es demasiado.

Lo grave de estas políticas es que se hacen desde un buenismo y una ñoñería que ya roza los límites de lo mentalmente aceptable, pero que entra en las mentes de la población como un mojito en un día caluroso. Es realmente complicado zafarse del poder hipnótico de estas técnicas persuasivas: los derechos, la libertad y el respeto ejercidos desde el abuso, la mentira y la opresión. En la sociedad de la información, la mentira ocupa el más alto rango entre las estrategias de poder. Resulta más barato y factible engañar que obligar. Es paradójico que se engañe a la gente a través de su propia bondad, de su deseo de hacer la vida más fácil a sus semejantes, o del deseo, muy legítimo, de querer más cuotas de libertad y de respeto a las propias decisiones.

El debate sobre el aborto ya está pasado de rosca. La mayoría social no tiene interés en entrar en él. Se ha quedado en el buenismo de “dejemos hacer a cada cual según le parezca”, mientras, por razones parecidas y cayendo en enormes contradicciones, se meten en la vida de las personas o permiten que las autoridades lo hagan hasta límites desconocidos hasta ahora: el control férreo sobre la población en la pandemia, la obligación de hablar con términos políticamente correctos, las versiones de la historia que le parecen adecuadas al poder político de turno, libertad de expresión cercenada o inexistente, control fiscal. Así pues, ¿qué hacer desde el movimiento provida?

Pues ya que nosotros nos declaramos incapaces para hacer entrar en razón a nuestros conciudadanos partidarios del aborto, dejemos que Dios, con su infinito poder y amor, vaya ablandando corazones y promueva la conversión de tantas personas engañadas o cómplices con este genocidio.

Por eso ya está en marcha la campaña de 40 Días por la Vida en todo el mundo para el próximo mes de septiembre, porque la oración, el ayuno, y la expresión respetuosa de estas verdades pueden hacer más que el debate, las luchas políticas, las campañas y todos los métodos que hemos probado anteriormente.


Ciudadano Crítico