Objetividad versus equidistancia

Objetivo

El periodismo objetivo debe ser desinteresado, desapasionado e independiente del sentir o del pensar del medio o del periodista, como dice la RAE. Debe atenerse a los hechos, añadimos, según la definición clásica de la ética periodística.

Siempre se dijo que la objetividad total es imposible, pero eso nunca quiso decir que tuviese que ser perfecta, ni mucho menos que había que renunciar a ella.

Si los teóricos levantaran la cabeza y viesen el panorama actual, cerrarían los ojos de inmediato y huirían a una eternidad lo más lejana posible.

Atenerse a los hechos es investigar todos los hechos de que se tiene conocimiento, y también aquéllos de los que se sospecha su existencia, sin importar quién, cómo, cuándo o para qué. Sin importar si éstos amenazan las conclusiones ya sacadas, o el enfoque previsto.

Equidistante

La equidistancia, sin embargo, es una equidad impostada o artificial. Consiste en colocarse en el medio de la polémica y pretender inocuidad o asepsia en las propias percepciones sobre el problema. Responde a un concepto filosófico: que nadie tiene la razón y que todos la tienen en parte. En sentido estricto, es cierto, pero la verdad (la objetividad) no se halla en el punto medio del conflicto.

Es cierto que nadie tiene la posesión de la Verdad, pero eso no quiere decir que nunca la pueda tener, ni por supuesto que no la tenga nunca. Así pues, darle la razón a una parte puede ser plenamente objetivo, aunque no sea equidistante. Puede que a muchos les pueda parecer "partidario" el que no es equidistante, pero se puede ser partiario tanto desde la equidistancia como desde la defensa de una de las partes.

La equidistancia no puede ser más que una apariencia que puede ayudar a ser percibido por el público como independiente. Sin embargo, no necesariamente es más objetivo el equidistante. Puede ser incluso injusto (y con frecuencia lo es).

Medios actuales: ni objetivos ni equidistantes

Salvo honrosas excepciones, el panorama mediático actual no logra ni tan siquiera la apariencia equidistante y mucho menos la objetividad.

Se ha pasado de un periodismo de servicio público y compromiso con la democracia, a un periodismo comercial en el peor sentido de la palabra. A sabiendas de que la objetividad, la mesura y el respeto al que piensa diferente son virtudes que se educan, es decir, que no salen de natural, y de que esto tiene su coste y su tiempo, la mayoría de medios han optado por alimentar los instintos del público en lugar de educarle. Los instintos siempre son fáciles de satisfacer, no requieren esfuerzo. 

Así, la demonización del contrario, el recurso a la emocionalidad por encima de la razón, las actitudes primarias de la rabia y el miedo, tienen todas ellas un marketing más sencillo y eficaz. Supeditan el beneficio económico inmediato a la calidad del periodismo. De hecho, destruyen el periodismo y convierten a los medios en empresas vendedoras de impulsos emocionales, mitos y bulos, en correas de transmisión de un determinado partido político, ideología o grupo de poder. Esto conduce a la polarización, al extremismo y, en última instancia, al conflicto social que a veces termina en la guerra.

Cómo convencer a una clase periodística actual más ocupada en pagar unos sueldos y en mantener un estatus que en la calidad de su periodismo. Una vez que hemos elegido señor, el dinero, es casi imposible renegar de él. La corrupción llega casi de forma natural y ya ni nos damos cuenta.

Cómo convencer a un público de que no consuma productos ideológicos que no le ayudan a comprender la realidad o a solucionar problemas, sino que le sumen en burbujas ideológicas que necesariamente conducen al odio y la confrontación mientras imposibilitan el diálogo y la comprensión mutua.

Ni unos ni otros están preocupados por las consecuencias, hasta que la desestabilización empiece a afectar directamente a sus bolsillos o vidas personales. Entonces se lamentarán.


Y Ciudadano Crítico, ¿somos objetivos o equidistantes?

Nosotros no somos quiénes para decirte si somos objetivos. Eres tú, como lector, el que tienes la palabra. Lo que no somos es equidistantes. Tomamos partido por quien tiene razón bajo nuestro punto de vista, a la vista de los hechos. En el contexto actual puede que pienses que somos de ultraderecha. Nos da lo mismo. Actualmente es la izquierda (y bastante extrema) la que tiene el control de los grandes medios de comunicación y de los conglomerados empresariales que los financian, en connivencia con partidos o gobiernos dependientes del bipartidismo. La falta de argumentos suele utilizar este tipo de apelativos para contaminar el debate. Por lo tanto, vamos a defender al débil, en este caso, a los partidos que no se pliegan a la ideología hegemónica y sufren una campaña orquestada y palmaria en su contra.

Esto no quiere decir que no señalemos y denunciemos la corrupción o las mentiras de cualquier medio, sea de la ideología que sea.

Ciudadano Crítico