No. Todos los servicios médicos están dirigidos a salvar vidas, a mejorarlas o a paliar el sufrimiento del paciente.
El aborto es la única intervención médica en el que se busca la muerte de un ser humano. Es «exitosa» sólo si el feto muere.
Esta es la razón de que la gran mayoría de la profesión médica se declare objetor de conciencia ante la posibilidad de tener que llevar a cabo estas intervenciones por presión legal o ideológica.
Nada. Son eufemismos que utilizan los defensores del aborto para ocultar lo que de verdad es. Se utilizan en los textos legales y en la publicidad, por ejemplo, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, o la Agenda 2030. Dado que el aborto es, en realidad, un crimen, tratan de ocultar esa realidad mediante palabras complicadas y nuevas expresiones que tergiversan el significado. Si no lo hicieran así no obtendrían el respaldo social o el desinterés de la población.
No, en absoluto. Los conocimientos que nos indican que la vida humana empieza precisamente en la concepción son de carácter científico.
En todos los libros de Medicina, Biología o Embriología se detalla cómo se origina la vida en el momento en que el óvulo se une al espermatozoide y forma un nuevo ser con un código genético diferente al de sus padres. En ese código están todas sus características únicas e irrepetibles: su color de ojos, pelo y piel, su estatura, su sexo, etc.
Estos procesos incluso se han filmado y mostrado en reportajes de National Geographic, gracias a los enormes avances técnicos en microscopios electrónicos, conocimientos del genoma humano y en técnicas de filmación audiovisual.
Por lo tanto, toda persona que defienda la dignidad de la vida humana debería estar en contra del aborto, con independencia de sus creencias religiosas o de sus convicciones políticas.
Porque sus convicciones no están tan sujetas al vaivén de las modas, las corrientes ideológicas o la corrección política, sino que están ancladas en unos principios eternos, inmutables que, según su visión del mundo, han sido revelados por Dios a los hombres.
El cristianismo, cuna de la civilización occidental, y base ética y cultural de Europa y Occidente hasta hace pocas décadas, puso los cimientos de los Derechos Humanos, y del primero de ellos, el derecho a la Vida, sin el que los demás no se pueden disfrutar.
Es del todo lógico que sean los cristianos quienes hayan asumido el papel de recordar al resto de la sociedad la inviolabilidad de la vida humana, su defensa a ultranza, y la perniciosidad de las corrientes ideológicas que toman la vida como un bien a su disposición para quitarla o mantenerla.
Hay que distinguir entre una acción LEGAL y un DERECHO. Pretenden convertir el aborto en derecho haciéndolo legal por medio de leyes aprobadas por gobiernos proabortistas pero, en esencia, no es un derecho ya que colisiona con el derecho a la vida de los niños no nacidos. No existe verdadera base en el derecho natural.
Las leyes no siempre son justas. El ejemplo más claro lo tenemos en las leyes de la Alemania nazi con respecto a los judíos. En aquella época, el asesinato masivo de judíos fue perfectamente legal. Igualmente las leyes que promueven el aborto como un derecho tienen la legitimidad política de la mayoría que las votó, pero no la legitimidad moral.
Los derechos no pueden «inventarse» sólo porque exista un grupo social o una ideología que lo defienda. El Derecho tiene unas fuentes (la ley natural es la primera de ellas) de las que emana. Se suelen considerar los Derechos Humanos (fieles a la ley natural) como la base de todos los demás derechos, y el aborto no respeta el elemental derecho a la vida del no nacido. El aborto no está ni estará jamás entre los derechos humanos auténticos, porque el primero de ellos, la vida, es el primero que se conculca en un aborto.
Lo ignoramos, pero podemos suponer que por intereses económicos, ya que el proabortismo está financiado de manera muy generosa. Periodistas y tertulianos repiten las consignas pero no sabemos por qué razón de las reseñadas en el punto 3 lo hacen.
La mayoría de la gente que apoya el aborto o que mira hacia otro lado no es consciente de lo que ocurre en un aborto. Existen numerosos vídeos en YouTube y en otras plataformas sobre las praxis de los abortorios. Si la gente tuviera oportunidad de verlos la gran mayoría dejaría de ser proaborto en ese instante. Más abajo se pueden ver algunos ejemplos.
Las maneras en que los «médicos» abortistas acaban con la vida de los bebés son pura violencia.
- Si el feto es muy pequeño se utiliza una pastilla que induce el aborto de manera hormonal (química). Se corta el aporte de nutrientes al niño y muere por inanición. Es una intervención peligrosa también para la madre, que expulsa el niño muerto como lo haría con la menstruación.
- En otras ocasiones se inyecta una solución salina en el útero que literalmente quema al bebé químicamente.
- Con o sin solución salina, la persona que ejecuta el aborto utiliza después unas pinzas metálicas dentadas para desmembrar al bebé. Trocea su cuerpo. Le arranca las piernas, los brazos, el tronco, y finalmente aplasta su cabeza y la saca.
- Finalmente reúne las piezas del bebé fuera del útero de la madre, como un puzle, para ver si está todo.
Por supuesto todo esto sucede sin el conocimiento de la madre. En los abortorios se intenta, sobre todo, ocultar los hechos o maquillarlos. Se le prohibe a la madre ver la ecografía de su bebé (se gira la pantalla para que no lo vea), ni se la permite escuchar el latido del corazón del bebé. Con frecuencia le dicen que el niño viene mal sin razones objetivas para afirmarlo, o que en realidad «no es nada» o «es un coágulo de sangre». Se intenta acelerar el proceso lo máximo posible sin que la madre tenga tiempo para pensar. O impiden la presencia en la «clínica» de familiares o de la pareja que pudiera convencerla de que elija dejar vivir al niño.
Vídeos donde se explica un aborto
https://www.youtube.com/watch?v=k860hLDmlvk
https://www.youtube.com/watch?v=5THDmys8z30
Experiencia del Dr. Levatino después de 1.200 abortos
https://www.youtube.com/watch?v=OMQkcg_g-Uk&t=596s
Existen grupos de personas pertenecientes a asociaciones provida y otros grupos, algunos religiosos, que se colocan en la puerta de los abortorios con la intención de convencer a las mujeres de que no aborten o rezando por ellas para que Dios las ilumine y las proteja a ellas y a su bebé.
En los medios de comunicación hablan de «acoso» a las mujeres, y los gobiernos proaborto aprueban leyes que intentan prohibir o limitar la presencia de estos grupos. Pero ¿es realmente acoso?
Según la RAE acosar es «perseguir, sin darle tregua ni reposo, a un animal o a una persona» y según el derecho «acechar a una persona de manera reiterada e insistente alterando gravemente el desarrollo de su vida diaria».
No parece que entregar un folleto, comenzar una conversación o rezar en silencio en la calle frente a un abortorio, encajen en la definición de acoso. Por el contrario, son derechos fundamentales el rezar públicamente, o el comenzar conversaciones o entregar folletos (igual que se entregan folletos a la puerta de los restaurantes o en las manifestaciones, o igual que cualquiera de nosotros puede hablar con un desconocido y hacerle preguntas, sea para una encuesta o por cualquier razón).
Se utiliza, por tanto, el concepto de acoso de forma subjetiva y no ateniéndose a criterios objetivos, con lo cual será difícil o imposible que las leyes hechas a la medida de la patronal abortista ACAI en defensa de su negocio logren el propósito que persiguen: ahuyentar a los grupos provida y que las mujeres sólo vean y oigan lo que las «clínicas» quieran y que se silencie el derecho a la vida del no nacido.
Como ya se ha dicho, el proabortismo goza de la simpatía de gobiernos progresistas, instituciones supranacionales (ONU, UE, grandes ONG como Cruz Roja o Médicos Sin Fronteras), y de la izquierda cultural (farándula, famosos, periodistas más conocidos), y está profusamente financiado. Han desarrollado un sofisticado marketing con conceptos y expresiones eufemísticos que logran convencer con mentiras y manipulaciones claramente contrarias a la ciencia más elemental. Y esto es lo que se difunde mayoritariamente por los medios masivos.
Existe también una gran masa de personas indiferentes o equidistantes con el aborto, que aunque no son partidarias de abortar, les parece «justo» que exista la libertad de elegir si matar o no matar a su hijo, para lo cual utilizan la fórmula de la «interrupción del embarazo». Es decir, para estas personas el no nacido no merece el beneficio de la protección legal, aunque jamás admitirían que la ley no protegiese su propia vida. Es como si la vida del no nacido, por su tamaño o por el lugar donde se desarrolla, no tuviera el mismo derecho a la vida que un adulto o que un niño de corta edad. Otros afirman que no podemos «imponer» la ciencia cuando dice que la vida humana comienza en la concepción y que las madres pueden humanizar o deshumanizar a sus hijos según sus propios criterios, según quieran o no aceptar su maternidad.
En realidad es gracias a esta masa de indiferentes y relativistas que el aborto sigue siendo una realidad en nuestra sociedad occidental. Con su inacción y silencio, otorgan una cierta legitimidad a la gran industria del aborto.