Marcar la agenda de la actualidad ha sido desde siempre un método muy utilizado para ganar popularidad electoral. Es un método de marketing aplicado a la política. Consiste en que se hable de los temas que quiere un partido o ideología para aumentar la relevancia social de dichos temas, para luego presentarse como solución de los problemas planteados.
VOX, por ejemplo, utiliza continuamente los enganches del patriotismo y de la distancia con el diferente, con su campaña intensiva contra la inmigración irregular.
El PSOE y Podemos, junto con prácticamente toda la izquierda, ha elegido un tema que les ha aportado innumerables beneficios económicos y políticos: la ideología de género. Se trata de crear un relato donde se acusa a un sexo de ser malo por naturaleza (el hombre) y otro sexo víctima también por naturaleza, la mujer. Esto establece ya de pincipio una dinámica de lucha, de conflicto, donde la política de tintes populistas hace siempre su agosto. Se garantiza así que los problemas reales se silencien y se hable de sus teorías y de sus soluciones a las mismas.
Pero además, se logra un clima de desesperanza y nihilismo, ya que se presenta un mundo caótico en el que la mitad de la población es perversa en algún grado. Padres, hermanos, hijos, compañeros, amigos son sospechosos de ser violentos, sádicos, prepotentes... En definitiva, malos con las mujeres. Con todas.
La ideología de género está muy desarrollada en el ámbito de las pseudociencias sociales y en las instancias más altas del poder. Cuenta con un nutrido número de académicos, políticos y organismos supranacionales y nacionales que la han asumido como propia, pese a no tener ningún soporte científico. Se podría decir con acierto, que se mueve en el terreno de las leyendas y los mitos.
Una de las principales líneas de actuación en este método de marcar la agenda es, desde hace ya casi una década, la atención desmesurada a los crímenes cometidos por hombres sobre mujeres. El objetivo es convencer a la opinión pública de que hay algo intrínsecamente malo en los hombres que les lleva a perpetrar crímenes (que denominan violencia machista), mientras que se silencian los crímenes de mujeres.
Tanto en la Constitución Española como en la Declaración de Los Derechos Humanos se condena y se prohibe la discriminación por razón de sexo. Sin embargo, tanto la ley de Violencia de Género, como el discurso de los principales partidos políticos, han aceptado estas teorías sociales que discriminan al hombre y lo culpabilizan.
Se escenifica continuamente una reacción exaltada e indignada ante determinados crímenes, con manifestaciones, noticias, entrevistas, polémicas en redes. Mientras, se pasa por encima o se silencian otros crímenes de parecidas circunstancias pero que no encajan en el relato partidista. En definitiva, se trata de la utilización del dolor de algunas víctimas para justificar todo un edificio argumentario sobre la sociedad y sobre la naturaleza humana que sólo beneficia a una ideología.
Más información sobre la ocultación oficial de casos de crímenes que no respaldan el discurso de la Violencia de Género.
Por si esto fuera poco, se promulgan leyes que impiden el debate al respecto, estableciendo unas "verdades oficiales" que no tienen ni el respaldo de la comunidad científica, ni el social. Se insulta al que pone en duda estos "dogmas de género" y se le ataca incluso físicamente o con el ostracismo social. Es un episodio lamentable para una sociedad tan supuestamente informada y culta como es la del S. XXI. Pero aquí se demuestra que el exceso de información, y la manipulación masiva pueden lograr un retroceso en la cultura y en las libertades.
Muy poco o ninguno. Al revés. Aumenta la conflictividad y la agresividad ambiental. Se dificulta la relación normal y la confianza entre hombres y mujeres, la creación de familias y la natalidad.
Los datos del INE demuestran que después de una década de vigencia de la Ley de VIOGEN, los crímenes no sólo no disminuyen sino que crecen o como mucho se mantienen en los mismos números. No parece que estas políticas y la ingente cantidad de dinero invertido en ellas protejan la vida de las víctimas, con lo que su justificación política y económica es cada vez más difícil.
Las medidas de protección extraordinarias sin duda han evitado crímenes, y este efecto positivo debe valorarse. Sin embargo, el daño social a largo plazo podría ser mayor que los beneficios.
Las declaraciones de la Vicepresidente Carmen Calvo el 14 de junio de 2021 respecto al asesinato de dos niñas por su padre en Tenerife, son un ejemplo magnífico de la distorsión que pretende sostener la ficción patriarcal:
El joven Samuel Luiz fue asesinado en La Coruña el 3 de julio de 2021. Sus acompañantes afirmaron que los asesinos le habían llamado "maricón de mierda". Este sencillo hecho, interpretado como una amenaza social, o un contubernio contra una orientación sexual, se convirtió en una campaña mediática y en redes contra "la homofobia".
Lo que se quiere trasladar con esta ciertamente exitosa movilización en plazas de muchas ciudades de España es que este crimen ha sido causado por un "discurso de odio" que se mantiene en ciertas partes de nuestra sociedad. Los partidos de izquierda, promotores de las movilizaciones, inmediatamente señalaron a quienes, según ellos, alientan los discursos de odio, y que coinciden precisamente con sus adversarios políticos o quienes no se alinean con sus tesis: el partido VOX, la Iglesia católica, "la derecha" y prácticamente cualquiera que no haga suyas las reivindicaciones y el discurso del lobby LGTBI.
El padre del asesinado pidió en redes que no se politizase la muerte de su hijo. Su deseo fue ignorado por todas las asociaciones pro-LGTBI y de izquierdas, con el PSOE y Podemos a la cabeza.
La estrategia ha sido calcada del movimiento Black Lives Matter (BLM). Se toma un crimen con un posible ingrediente racial o de identidad grupal, y se colectiviza el conflicto. Ya no es un suceso entre los asesinos y el asesinado. Es un conflicto social con intervención de la política. Aquí es donde entra su utilización como palanca para ganar adeptos. Se dan por ciertas afirmaciones aún no demostradas. Se da por hecho que "no hay Justicia" incluso antes de que haya tiempo material para que la Justicia actúe. Y se apunta a determinados partidos y personas como "alentadores" de un discurso de odio que, en última instancia, causan el crimen.
Son afirmaciones muy gruesas y graves que se hacen sin tener datos fiables. Es la difamación de grupos por redes sociales y medios de comunicación, antes de que se dirima quién ha sido el culpable y por qué lo ha hecho (si es que es posible conocer este dato realmente).
Este deleznable método de activismo político ha sido utilizado en casi todos los conflictos armados desde hace siglos. Ha provocado incontables guerras y crímenes. El nazismo lo utilizó contra los judíos acusándoles de todos los males que afectaban a Alemania, y en la guerra de Yugoslavia los serbios lo utilizaron contra los bosnios, logrando que después de siglos de convivencia pacífica entre etnias y religiones diferentes, se mataran entre sí llenos de odio.